domingo, 25 de marzo de 2012

Llamó a los que él quiso


Bordeando el mar de Galilea, vio a Simón y Andrés, el hermano de Simón, largando las redes en el mar, pues eran pescadores. Jesús les dijo: «Vengan conmigo, y los haré llegar a ser pescadores de hombres.» Al instante, dejando las redes, le siguieron. Caminando un poco más adelante, vio a Santiago, el de Zebedeo, y a su hermano Juan; estaban también en la barca arreglando las redes; y al instante los llamó. Y ellos, dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, se fueron tras él.

Subió al monte y llamó a los que él quiso; y vinieron donde él. Instituyó Doce, para que estuvieran con él, y para enviarlos a predicar con poder de expulsar los demonios. Instituyó a los Doce y puso a Simón el nombre de Pedro; a Santiago el de Zebedeo y a Juan, el hermano de Santiago, a quienes puso por nombre Boanerges, es decir, hijos del trueno; a Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago el de Alfeo, Tadeo, Simón el Cananeo y Judas Iscariote, el mismo que le entregó. (Mc 1,16-20.3,13-19)

à Vio a Simón y Andrés… a Santiago y a Juan
Y a tantos otros a lo largo de la historia. Pero creo que esa mirada suponía ya un cierto conocimiento. Creo que antes de llamar a tus discípulos, te informarías en el pueblo sobre quiénes estaban dispuestos a dejarlo todo por unirse a tu causa de salvación. Y después, entre tantos discípulos, elegiste a los doce, con sus nombres y apellidos.
No fue una llamada al azar. Elegiste a quienes respondían a un perfil de compromiso y de anhelo por una realidad distinta.

No sé qué verías en mí, Jesús. Recibí tu llamada y creo que no hay una respuesta mía de una vez para siempre. De niño, no sabía ni adónde iba. Pero al ir creciendo, fui respondiendo a tu mirada. No sé hasta dónde era una respuesta consciente. Más bien me dejé llevar por una cierta inercia hasta verme en la obligación de tomar decisiones que fueron concretando mi seguimiento. Creo que no me equivoqué. Has llenado mi vida en tantas ocasiones!! Y me he sentido tan feliz, a pesar de las limitaciones, en la realización de la misión encomendada…!! Hasta llegué a pensar que tanta alegría sólo era causa de estar donde debía estar. No me arrepiento de haber ido al seminario a las 11 años.

à Les dijo: Vengan… los haré pescadores à Al instante, los llamó

Nos llamaste para algo concreto, pensando en la situación de la gente. Te confieso que, al principio yo pensé más en mí mismo. En lo que iba a hacer, en lo que quería ser, en la “categoría” especial de cristiano en la que iba a estar… Me comporté como un auténtico cura, que piensa más en su realidad con relación a los demás, que en la realidad de los demás. Y así, caminando a veces unido a ti, a veces pensando en mí, fui descubriendo que el seguimiento no es un paseo, sino un trabajo atento al prójimo. Que no importa tanto si me reciben bien o mal, si estoy o no a gusto, sino que lo importante es realizar tu misión, aquel trabajo de mostrar cómo debemos vivir los hijos de Dios, cuál debe ser la característica de tu familia, dónde debo acudir con urgencia, a quiénes debo prestar la máxima atención… Me enseñaste a ir pescando hombres, sobre la marcha…

à Llamó a los que él quiso

Me gusta pensar que ese “quiso” significa “amó”. Y ahí me desarmas totalmente. Si has llamado a los que amaste, no tengo más remedio que responder a tu llamado, porque ser amado es lo más grande, lo que me realiza como persona. Te agradezco Jesús que me hayas querido y por eso me hayas llamado.

à Para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar

En este asunto, he cumplido a medias. Me he preocupado más de lo segundo y quizá no ha sido tan efectivo porque me ha faltado más de lo primero. Estar contigo, permanecer contigo, siempre me ha parecido importante, pero difícil de realizar. Quiero hacer un compromiso de permanecer contigo… Me resuenan ahora tus palabras: el que no permanece en mi amor, se seca… Y algo así me ha podido pasar, Jesús. Los frutos en el árbol no duran para siempre. A la larga, si no se cuida, si no recibe la savia nueva de cada primavera, ese árbol se seca. Yo he vivido de rentas, he dado frutos de primeros años, pero en el fondo, he ido perdiendo la vida nueva que tú me regalas cada día.
Sólo una petición: Señor, si quieres, si me quieres, puedes llamarme otra vez. Estaré atento a tu mirada y dejaré todo para seguirte. Permaneceré contigo y realizaré el trabajo que desde la confianza mutua, tú me encomiendes.

1 comentario:

america dijo...

Que profundo y hermoso comentario padre, desde mi vocación laica misionera, le entiendo pues he sentido hace mucho tiempo algo parecido he descubierto el amor de Dios me he sentido amada por mi padre en mi vocación misionera me interesa hacer sentir bien a mis hermanos antes que a mí , no me importa caer bien aunque duele es verdad ni que me retribuyan porque Dios mi padre ya lo ha echo, cada día me siento llamada y cada día siento que no he respondido como creo que mi padre espera aunque a veces siento que él no espera nada de mí que sólo me ama, gracias padre por compartir , que Dios nos siga llamando porque de eso depende al menos mi vida desde mi vocación laica, un abrazo y bendiciones.