Mientras iban
caminando, uno le dijo: «Te seguiré adondequiera que vayas.» Jesús le dijo:
«Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del
hombre no tiene donde reclinar la cabeza.» A otro dijo: «Sígueme.» El
respondió: «Déjame ir primero a enterrar a mi padre.» Le respondió: «Deja que
los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el Reino de Dios.»
También otro le dijo: «Te seguiré, Señor; pero déjame antes despedirme de los
de mi casa.» Le dijo Jesús: «Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia
atrás es apto para el Reino de Dios.»
à Vemos a Jesús en actitud muy exigente con ese que lo quiere seguir;
no puede perder el tiempo en la formación de personas que no están dispuestas a
sacrificarlo todo por el Evangelio.
Siempre has sido claro, Jesús. El que quiera seguirte sabrá a qué
atenerse, pues tu vida es una vida en completo servicio a la causa del Reino.
Lo recordaste en las parábolas del que quiere construir una casa, o guerrear
contra el enemigo. Primero hay que calcular las probabilidades de éxito, y
luego tomar una determinación.
Tú eres de los que
avisan: no tengo donde reclinar la cabeza. Si quieres seguirme, sabes a lo que
te expones.
à Para Jesús no se puede ser su discípulo ni entrar en el Reino sin
tener una experiencia de libertad. Deja
que me vaya y pueda primero enterrar a mi padre.
Esto podría significar tal vez que debía enterrar
a su padre difunto. Pero lo más probable es que quería ocuparse de su padre, ya
anciano, hasta el momento en que lo fuera a enterrar (Tob 6,15).
Esta petición, de lo más lógica, que te hizo aquel a quien invitaste a
seguirte, también la repetimos con frecuencia. En muchas ocasiones ocasiones hemos pospuesto tu seguimiento a “obligaciones” ineludibles. Incluso en el mismo
apostolado… El “permanezcan en mi amor” no siempre lo he mos tenido como obligación
primera. Hemos ido a enterrar –o a desenterrar- muchos muertos que han ocupado nuestro tiempo y nuestras energías.
à El otro que lo quiere seguir, posiblemente esperaba en su interior
que, en el momento de despedirse, la gente de su casa le suplicaría que no
hiciera tal locura. Así se quedaría en buenas intenciones... yo quisiera,
pero...
En estos momentos tenemos la oportunidad de escuchar tu llamada y ninguna excusa para no seguirla. Debemos superar situaciones pasadas, momentos de añoranza, momentos de dolor y de
pecado, y abrirnos a la posibilidad que nos muestres de servir al prójimo donde
tu deseas. Y que nuestro seguimiento sea efectivo, consciente, asumido, allá donde tu voluntad disponga.