lunes, 23 de abril de 2012

Discípulos


Entonces les abrió la inteligencia para que pudieran comprender las Escrituras y añadió: “Así estaba escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día y, comenzando por Jerusalén, en su nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de todo esto”. (Lucas 24,45-48)

Los discípulos son los testigos de la muerte de Jesús y también de su resurrección. No son un grupo de amigos alrededor de un jefe visionario que les lavó el cerebro con la promesa de un reino igualitario.

Los discípulos son personas unidas por una esperanza común, por la fidelidad a un proyecto que, a través de Jesús, descubrieron como proyecto de Dios y que consiste en la fraternidad universal. Por este proyecto, su “líder” entregó su vida toda.

 La resurrección no le ocurrió sólo a Jesús. En sus discípulos hay un resurgir de personas nuevas: han transformado sus ideales nacionalistas y excluyentes en invitación a una mesa común a la que son llamadas “todas las naciones” y pueden acercarse los que transitan por los “cruces de los caminos”.

Los cristianos nos apoyamos en este grupo de apóstoles y discípulos para no dispersar fuerzas ni dar prioridad a ideologías desintegradoras porque queremos constituir una sola familia, reunida en torno a la comida, donde nadie es excluido y donde todos sirven a todos.

Los discípulos de Jesús no son eruditos en cristología, sino sus amigos. Amigos hasta dar la vida como Él, que no pretenden transmitirnos conocimientos sino vivencias. ¡Y cuántas vivencias se despertarán en cada uno de nosotros si compartimos la mesa común!

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