domingo, 19 de febrero de 2012

Descubrir la vocación


Entonces aparece Jesús, que viene de Galilea al Jordán donde Juan, para ser bautizado por él. Pero Juan trataba de impedírselo diciendo: «Soy yo el que necesita ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?»
Jesús le respondió: «Déjame ahora, pues conviene que así cumplamos toda justicia.» Entonces le dejó.
Bautizado Jesús, salió luego del agua; y en esto se abrieron los cielos y vio al Espíritu de Dios que bajaba en forma de paloma y venía sobre él. Y una voz que salía de los cielos decía: «Este es mi Hijo amado, en quien me complazco» (Mt 3,13-17)

à Vienes de Galilea al Jordán, para que Juan te bautice. Quieres ponerte al servicio del reino que anuncia ya cercano. Seguro que Nazaret se te quedaba pequeño. O, lo más seguro, te diste cuenta de que ser carpintero no era ocuparte de “las cosas de tu Padre”.
                                         
à Aunque Juan se considera indigno, cede a tu deseo de ser uno más entre tantos que desean que las cosas cambien. Y te bautiza y quedas enrolado en el plan de Dios.

à Y Dios certifica con la presencia del Espíritu, el gesto que acabas de realizar y proclama que, este gesto, te identifica como su Hijo amado, el predilecto.

à Imagen: Los cielos se abren, desciende el Espíritu, se oye una voz, Juan –testigo- te bautiza, la muchedumbre –testigo- de tu bautismo.
  • Quiero, Jesús, salir de mi Nazaret conocido, de la seguridad de lo familiar que no me va dar muchos sobresaltos. Quiero dejar los trabajos, necesarios sí, pero que pueden hacer otros que no tienen que ocuparse de las cosas del Padre. Quiero ponerme al servicio de tu Reino de justicia, amor y paz.
  • Quiero ser uno más entre tantos bautizados que, desde el lugar que tú me has elegido, colabore  a que las cosas cambien. Quiero enrolarme en tu plan, Jesús y seguirte con fidelidad.
  • En Ti, yo también soy hijo amado, predilecto del Padre. Y que todo lo que haga en mi vida, todos mis trabajos, mis gestos, tienen que dejar la huella del Espíritu que los anima. Soy hijo cuando respondo a las expectativas de mi Padre Dios.
  • Quiero sentir tu brazo sobre mi hombro, en un caminar juntos hacia ese Reino definitivo, escuchando tu voz que me pregunta ¿dónde te has perdido? Y  no esperas respuesta, sino que me recibes cordialmente de vuelta al Camino.

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