miércoles, 14 de diciembre de 2011

Señor que amas la vida

Te invito a "saborear" este texto: Sab 11,22-26.12,1-2.15-19

-         El mundo es ante ti un grano, una gota de rocío
-         Porque lo puedes todo, tienes piedad de todos
-         No detestas nada de lo que has hecho… Señor que amas la vida
-         Corriges de a poco a los que pecan
-         Como eres dueño de todas las cosas, puedes también perdonarlas
-         El justo debe amar a todos los hombres
-         Después del pecado les permites que se arrepientan

El mundo y lo que contiene te importa mucho, Señor, no tanto por su grandeza (somos una gota en el universo) sino porque es obra tuya. Somos obra tuya. Por eso te preocupas de nosotros y nos cuidas como el más preciado tesoro.
 Tu poder lo expresas en amar. Porque eres Amor, eres Todoamoroso. Y porque nos conoces tienes piedad de nosotros. Nos perdonas con toda la fuerza de tu poder. Nadie puede impedirte ejercerlo, pero sólo puedes ejercerlo en la dirección de lo que eres. Si el justo debe amar a todos los hombres, el sólo Justo debe hacerlo de manera absoluta.
Porque somos criaturas tuyas y no reniegas de lo que hicieron tus manos. Cualquier obra le parece importante a quien la realizó, independientemente de que lo sea en sí. Somos cada uno una obra original tuya, nos has dado el soplo de tu Espíritu, has muerto por nosotros, nos has dado una Vida para siempre… no puedes destruir lo que hiciste, porque tu amas la vida.
La vida para nosotros, para mí, es una continua corrección por tu parte. Y debo entender que es un acto de amor y de paciencia que tienes conmigo. Muchas veces lo he visto como castigo, como “venganza” por tu parte, como “injusticia” que debo sufrir… pero tengo que reconocer que son actos de amor con los que me vas mostrando el camino que lleva a ti. Difícil, Señor, descubrir tu amor en esos momentos de dolor, o de ira, de injusticia humana… En estos momentos, acepto Señor esas consecuencias de mis pecados como correcciones amorosas que Tú has querido hacerme, no para castigarme, sino para evitarme el castigo inaguantable de tu lejanía.
Acepto, Señor, el perdón que anticipadamente me das y confío que tu misericordia me convierta también en hombre justo que ama incondicionalmente a todos los hombres, sin exclusión. Ayúdame a perdonar como Tú lo haces conmigo, aunque me cueste recibir como gesto de amor tuyo, el gesto humano inmisericorde y prepotente.



No hay comentarios: