domingo, 15 de enero de 2012

Señor, enséñanos a orar (Lucas 11,1-13)


à Señor, enséñanos a orar
Jesús, al enseñarnos a orar nos quisiste transmitir tu experiencia de Dios como Padre. Y no nos hablaste de dirigirnos a él “como si” fuera también nuestro Padre. Directamente nos enseñaste “digan, Padre nuestro”.                    
Es hermoso orar: entablar y profundizar un diálogo entre el padre y el hijo, en un mismo espíritu de unidad y de sintonía. Es fácil orar con el lenguaje de los hijos, que se dirigen a su padre, movidos por un espíritu de amor, de caridad, de servicio, de encuentro con los hermanos. Tiene que ser el momento más apetecido del día, cuando, en unidad de corazones, el padre y el hijo se cuentan sus cosas.
Dame, Señor, esa actitud. Permíteme comentar mis cosas contigo. Ayúdame a escucharte, a recibir tus consejos, a saborear tu experiencia de siglos… Te doy gracias porque me siento de verdad amado por ti, inmensamente agradecido por ser hijo tuyo y dispuesto a cumplir tu voluntad sobre mi vida.

à Digan: Padre
Me ha impactado descubrir que no eres un padre adoptivo, que todos nosotros, todos los seres humanos somos tu único hijo, en el Hijo Jesús. Me emociona saber que no eres un padre por obligación, sino por amor hacia nosotros. Y me enorgullezco de ti, Padre, porque no hay otro tan grande, tan bueno, tan amante de sus hijos como tú.
Siento en mi corazón la gratitud de quien se reconoce amado y amparado por ti, Padre. También la confianza de quien puede dirigirse a su Padre para presentarle su vida llena de claroscuros. Y sobre todo la emoción de saberme amado por ti, creador y dueño de todo, que todo lo mantienes con la fuerza de su amor. Gracias Padre por hacerme tu hijo predilecto, tu hijo amado.

à Pidan y se les dará
Estoy convencido de que me das lo necesario aun antes de que te lo pida. Pero también el padre o la madre quieren que su hijo les pida, aunque ellos le hayan provisto de lo suficiente. Me voy a convertir en un pedigüeño, porque reconozco tu debilidad por tus hijos, y que les concedes todo.
Hoy quiero pedirte por mis padres, por mi familia, por mi comunidad, por los amigos y  amigas de toda la vida, por las personas que has dispuesto se encontraran conmigo en mi caminar, por aquellos a quienes no supe dar buen ejemplo –suple, Padre, mis deficiencias con la luz de tu Espíritu- , por quienes me aman y los que no me aman tanto, por quienes amo y por los que no amo tanto… Pido para ellos tu bendición y tu amor de Padre. Ya sé que lo tienen antes de que yo te lo pida, pero así me siento unido a tu gracia derramada sobre todos ellos.

à El Padre del cielo dará Espíritu Santo a los que se lo pidan
Es el mejor regalo que nos puedes hacer. El fruto del amor entre nosotros. El que nos acompaña desde dentro, ejercitando en nosotros los dones que nos has dado. Es la vida de Dios que nos inunda, nos configura, nos da un modo de ser, hijos en el Hijo, amados por el Padre, unidos entre nosotros.

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