à El monte de Dios está “más allá del desierto”. Como Jesús, que
discierne la voluntad de su Padre pasando por el desierto. O el mismo pueblo
que Israel que encuentra su “personalidad” a través del desierto.
à Se llega a Dios, a la tierra prometida, a la resurrección, a través
del desierto y de la prueba; a pesar del desamor, la tentación y el pecado,
Dios está más allá, al otro lado de la miseria humana.
à Pero él se aparece de mil formas que trascienden los elementos
físicos, terrenales. Es fuego, es brisa, es susurro, es rayo, golpe mortal,
dolor, incomprensión… porque tiene un objetivo: hacer de sus hijos e hijas un
pueblo nuevo, crear una nación distinta, en un lugar distinto, con unas leyes
diversas… Hay que descubrir esas manifestaciones de Dios y tener la osadía de
acercarse a ellas para verlas mejor, pero con la reverencia y la fascinación de
quien se sabe en presencia de Quien lo
supera en todo.
à Acercarse a Dios que llama, que ha puesto la mirada sobre mí, que me
reconoce y sabe quién soy y por qué estoy aquí. Ante su llamado solo cabe una
respuesta: Aquí estoy. Y una actitud (descálzate): dejar mis prejuicios, mis
deseos de venganza, mis lamentaciones, mi “buen nombre”. El Señor me busca porque
ha visto el clamor del pueblo. No le gusta cómo tratan a sus hijos, cómo los
conducen hacia la esclavitud del consumismo, de la degradación ambiental, del
compromiso temporal, de la explotación del ser humano, del rechazo al pobre, al
enfermo, al anciano, al no productivo… y el Señor se propone bajar a
libertarlo.
à En Jesús, Dios realiza esta liberación pero, dos mil años de historia
han ocultado a los ojos humanos en qué consiste el proyecto de Dios. El pueblo
sigue anhelando un mundo distinto, pero ha extraviado el camino para
conseguirlo y se ha fabricado un becerro de oro que no coincide con las tablas
de piedra de la ley.
à Dios busca gente que quiera participar, aunque esté sumergida en el
error del pueblo, para descubrir y reorientar esos deseos de paz, de justicia,
de armonía, de felicidad plena… que el pueblo busca.
à “Aquí estoy”, frase corta, pero tremenda. Me pongo a tu disposición,
sentado en el escritorio y desde la tranquilidad de unos días de descanso.
Repetirte después este “aquí estoy” no será tarea fácil y que también la duda
llegará a querer justificar mi falta de riesgo: ¿quién soy yo…?
à Padre bueno, celoso defensor de tus hijos e hijas, amante hasta el
extremo, que resuene siempre en mi corazón tu palabra: Yo estaré contigo. Es la
única afirmación que puede darme la valentía suficiente para asumir el reto que
me propones de ser “guía” de un pueblo desorientado.
à “Soy el que soy”, Dios presente, actuando en la historia, empeñado en
llevar a buen término tu proyecto de amor sobre nosotros. Hoy por hoy te digo:
cuenta conmigo, aunque sé que debo atravesar el desierto e ir hacia ti, para
encontrarme en disposición de hacer tu voluntad.
- Dame, Señor, osadía para acercarme a ti
- Despójame, Señor, de mis deseos, ambiciones, cálculos, pecados…
- Envíame, Señor, donde quieras.
- Acompáñame todos los momentos de mi vida. Amén.
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