àEl Señor se apareció a Abrahán
Cuando más tranquilo estaba, quizá pensando en
los días de su juventud, o en la realidad de su vejez, o en su muerte ya
próxima. No hay edad para que el Señor se aparezca; siempre sale a la búsqueda
del ser humano y no hay que dejar que se pierda la ocasión.
à Alzó los ojos… vio… corrió a su encuentro.
La presencia del Señor tiene una respuesta por
parte de la persona que pone sus recursos a su disposición. La llegada del Señor,
en forma de cualquier persona, tiene que movernos a descubrirlo, postrarnos
ante él y ofrecerle lo mejor de nosotros y de lo nuestro.
à No pases sin detenerte con tu siervo
Es una gracia que pases junto a mi vida
cotidiana. Eres tú el que me hace el favor de acercarte a mi rutina. Eres
el que pone la novedad en mi quehacer.
Por eso corro a ti y te digo: quédate, no pases sin detenerte con tu siervo.
à Haz como has dicho
Mis pensamientos coinciden con los tuyos cuando
se refieren a tratar a los demás con caridad, de ponerme al servicio del
prójimo, de cuidar al hambriento, al sediento, al cansado… Entonces estoy
recorriendo el camino del Señor.
à ¿Dónde está Sara?
¿Dónde esta tu hermano? Siempre la pregunta por el otro, de parte de
Dios. No soy un personaje aislado, ni mi actividad es sólo personal. Hay tantos
implicados en mis respuestas… Formo parte de un Cuerpo, hago un todo con
Cristo, cabeza, y todos mis hermanos y hermanas. No soy un privilegiado frente
a ellos. Somos privilegiados todos juntos. Dios me pregunta por mi hermano.
à Y promete vida, criatura nueva. De donde humanamente no es posible,
saca el Señor la alegría de la Vida nueva. Ante la realidad estéril, el Señor
convierte las pesadumbres más ciertas en esperanzas alegres y plenificadoras.
Hay que confiar ¿hay algo difícil para el Señor?
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